Una de las principales técnicas utilizadas para desempeñar las funciones del trabajo social, como en otras disciplinas, es la persuasión, aunque en nuestro caso es empoderadora. Suena fuerte, sí, pero las situaciones con las que tenemos contacto, no solo son fuertes, también urgentes, desesperadas y de riesgo. Un vistazo a lo que quiero decir, echemos...
¿Qué es la persuasión?
No se debe olvidar el objetivo de la persuasión que subyace de los fundamentos deontológicos de la profesión en tanto en cuanto defensa de los derechos sociales, salvaguarda del bienestar, etc. El lado oscuro lo encontraremos en la institucionalización, en la falta de cuestionamiento de las prácticas propias y en la falta de vinculación del porqué con el cómo. Persuadir desde estos posicionamientos oscuros influirá muy negativamente a las personas con las que te relaciones, a las compañeras de tu alrededor, a la institución y a la profesión. No creo que sea estar en el lado oscuro, sino simplemente tener menos midiclorianos activos, el hecho de estar más o menos activos o activas en la acción política desde el trabajo social debido a las circunstancias de la vida, pero individual la reflexión debe ser.
¿Por qué empoderadora?
La confianza es un elemento relevante para que la persuasión sea empoderadora y no extorsionadora. Sí que es cierto que en los contextos de control la contraprestación es requerida habitualmente pero será la forma de hacer lo que permitirá que en cualquier contexto, contemos con mayor o menor confianza con la persona que tengamos delante. La extorsión es propia del lado oscuro de la fuerza. La toma de decisión para realizar un Informe Social que proponga la guarda y custodia de un menor, justificada y fundamentada, no es propio del lado oscuro, si no del deber de una guerrera responsable que busca garantizar el mayor bienestar de dicha persona.
Técnica de la persuasión empoderadora
La intención general que tenemos los profesionales al aplicar esta técnica, es que la persona haga una o más acciones relacionadas o no para mejorar su estado de bienestar. De forma más concreta, durante el proceso se pretende la mejoría de una o más situaciones que le afectan, pero que por sus circunstancias personales-ambientales (conocimiento, habilidad, capacidad, salud, economía, vinculación emocional-social, apoyos), le resulta complicado o complejo atender, resolver o afrontar; llegando incluso a crear barreras (mecanismos de defensa).
Mientras se conoce y se establece confianza con la persona , se va estructurando un mapa de la misma (genograma, hechos sociales destacables, relaciones, situaciones educativa, económica y salud, entre otros datos de interés) lo que permite establecer conjeturas y una o más estrategias de intervención con hitos claros manifestados a través de acciones, que irán adaptándose a lo largo de la relación.
Éstas acciones son las que el profesional pretende que la persona realice pero de forma que ésta sienta que tiene utilidad. En ocasiones las acciones no son complicadas que la persona las realice, como puede ser una solicitud para el reconocimiento de la discapacidad, por lo que la relación motivación-necesidad facilitará la iniciativa de la interesada. En otras ocasiones, donde interfieran apegos, relaciones personales, procesos grupales o comunitarios, el profesional puede prever la necesidad pero la persona no tener la motivación, por lo que es aquí donde la persuasión empoderadora toma un espacio en la relación persona-profesional-tiempo.
Se programarán citas, la profesional predefinirá áreas de trabajo para ir sacando aprovechando el discurso de la interesada, se promoverá la realización de "deberes" de análisis a través de la explicitación de conceptos y la invitación a la reflexión sobre ellos. Durante la relación se animará a expresar emociones y a través de los feedbacks profesionales se irán inculcando claves a modo de programación neurolingüística que influirá en la reestructuración cognitiva y emocional de la persona y en la realización de acciones para la consecución de los fines previstos en la intervención.
Sin ánimo de extenderme más, pues el camino de la fuerza es cansado, casos ejemplificadores en función de los niveles de intervención pueden ser:
- Individual: casos de violencia de género. "Quiero pero no puedo" (puede ser una de las premisas), la profesional hará una labor inmensa en la escucha, contención y transmisión de claves que hagan a la interesada reflexionar sobre las conductas propias y de su pareja, pararse a pensar sobre sus respuestas fisiológicas, sobre su contexto...
- Familiar: casos de disfunción familiar. Promoverá que la familia se siente unida para que se expliciten situaciones y se trabajen. Fomentará el trabajo conjunto entre los diferentes sistemas y la creación de límites claros entre otros...
- Grupal: casos de dependencia al consumo de drogas. "No se qué no quiero", el profesional escuchará en los grupos, hará participes a todas las personas, promoverá temas para el debate y la reflexión, hará terapia de choque con ponencias de antiguos drogodependientes o visualiación de imágenes...
- Comunidad: proyectos comunitarios vecinales. A través del fomento de la realización de unos objetivos consensuados establecerá las estrategias para la participación de unos u otros agentes y la influencia de unos agentes sobre otros para la realización de acciones conjuntas...